Música Relax

ARMONÍA Y MELODÍA (una fábula musical)

Cuentan las antiguas leyendas, esas que se perdieron de la memoria de los hombres, que Armonía y Melodía, asistieron al Creador en la formación de los universos, en el origen del tiempo. De ese modo todo lo creado contenía en su seno a Armonía y Melodía, y éstas moldeaban sus características particulares, diferenciando a unos seres de otros, de forma que cada uno por separado y todos los seres en su conjunto, orquestarían la sinfonía perfecta de la creación. Cuando en este pequeño planeta, el ser humano, la obra cumbre del Creador pobló la Tierra, de inmediato fue cautivado por los sonidos que le rodeaban, el viento, el agua, las aves, las hojas de los árboles y las criaturas del bosque… ¿Qué le impulsaba a imitar sonidos? ¿Qué fuerza motivó a su naciente ingenio a fabricar instrumentos que emitieran sonoridades? Desde los más simples en el comienzo a los más complejos ya en épocas de nuestra historia reciente. Desde un sencillo pastor, con un trozo de caña, practicándole agujeros, hasta los más eminentes lutieres que dan forma a los sublimes instrumentos musicales que expresan los más sutiles cantos sonoros. Sin duda toda esta inquietud, sólo podía nacer del Espíritu que mora en su interior, y que, de alguna forma se encuentra conectado con el Creador, y que puede rescatar el recuerdo ancestral del primer momento, en el que un canto celeste, entonado por los Elohim, dio lugar a la Naturaleza infinita. Armonía y Melodía, veían con amor el gesto del ser humano que, en su afán de elevarse a los reinos más altos, buscaban a ambas con fervor y podían expresarlas a sus semejantes que quedaban absortos al escucharlas. A veces Melodía ofrecía su mística al canto de monjes consagrados a los misterios de la Divinidad. Más adelante Armonía y Melodía concedían su gracia a Monteverdi y a tantos músicos renacentistas que, por fin, mostraban al mundo lo que ellas provocaban cuando sonaban juntas. J. S. Bach supo expresar la procedencia divina de Armonía y Melodía, declarando con su inspiración, la fusión existente entre ellas y el Hacedor del mundo. Haydn y Mozart lograron mostrar la belleza sin artificios, sencilla y mágica de Armonía y Melodía, esa belleza que lo celeste, confiere a lo terrenal y que no puede explicarse. Las despojaron de adornos innecesarios, extrajeron su esencia pura y las mostraron desnudas ante un mundo que balbucía ante su maravilla.  A Armonía y Melodía, habiendo sido así descubiertas al género humano, sólo les quedaba comunicar sus misterios más profundos, sus orígenes y su relación con la Creación. Y fue entonces cuando decidieron hacerlo y eligieron a un genio que pudiese cumplir con esta misión sacrosanta. Su nombre fue Beethoven. No hay explicación erudita, no hay silogismos que los puedan descifrar, basta escuchar su música con el corazón sereno para conectar con el más profundo de los misterios sagrados. La música de las Esferas podía sonar al fin. Su secreto estaba ya al alcance de todos los seres humanos. Era largo el recorrido que Armonía y Melodía habían caminado juntas desde el primer día de la Creación. La curiosidad humana las descubrió, la sensibilidad captó su belleza, la inspiración logró interpretar sus misterios. Sólo faltaba un último paso. Todo ese recorrido era grandioso, sublime. Y esto también valía la pena cantarlo al mundo, musicarlo de modo que impactara al alma. El género humano ya no podía quedar indiferente ante la obra que Armonía y Melodía habían orquestado desde el comienzo. Este cometido solamente podía ser asignado a un ser de férrea voluntad. Y Wagner consiguió ofrecer la inmensa grandeza de Armonía y Melodía. Se había consumado, la raza humana ya las conocía, las había percibido sin el velo de la ignorancia. Otros muchos músicos ilustres ayudaron en esta labor y serían muchos más los que, a partir de entonces, tratarían de conjugarlas. Buscarían nuevos caminos para ellas, querían escudriñar, profundizar y analizarlas con más detalle. Pero entonces ocurrió lo inevitable. El ser humano, dotado con tan grandes talentos, también poseía una naturaleza defectuosa. Pronto la soberbia, que caracteriza al género humano, quiso abordar la inmaculada esencia que Armonía y Melodía poseen. La estudiaron con su visión distorsionada.  Quisieron que algo tan puro y libre se ajustara a sus conceptos. Pretendieron encerrarlas con sus teorías. Suponían poder esclavizar lo inalcanzable. Ese fue su error. Poco a poco Armonía y Melodía se negaban a convivir en el ambiente hostil de la egolatría humana. Fue entonces cuando, a su pesar, decidieron separarse. Pero sólo en apariencia, sólo ante el entendimiento viciado de los humanos que ya no querían descubrirlas como realmente eran, no sabían apreciar su belleza y habían perdido el interés en sus secretos. Y cuentan algunos sabios que aún hoy continúan separadas. Pero siempre están a la espera del espíritu noble que las busque con el corazón sencillo y libre. Y a ellos se les mostrarán como siempre lo han hecho, de forma simple como son ellas, con amor para corresponder al verdadero amante de la música, y siempre dispuestas a comunicar sus misterios al alma sincera, a la que sólo exigirán conducirse rectamente.